Introducción
Consideremos a San Juan Diego, heroico mensajero de Nuestra Señora de Guadalupe, como nuestro modelo para manifestar la misericordia de Dios en nuestros hogares, en nuestras comunidades locales y en nuestro mundo. Al mismo tiempo, invoquemos la ayuda de sus oraciones, para que seamos capaces de llevar a cabo la misión cristiana del amor misericordioso con fidelidad y generosidad, como nos indica la Virgen de Guadalupe.
La mejor manera de conocer a San Juan Diego es estudiar el relato de las apariciones que la Madre de Dios le hizo. El Nican Mopohua, la narración de las apariciones escrito por Antonio Valeriano, un buen amigo del Santo y un respetado erudito indígena de la época, es el fruto de sus muchas conversaciones sobre las apariciones. San Juan Diego dedicó los 17 años de su vida siguientes a las apariciones a describir las apariciones y el mensaje de la Virgen a los peregrinos que acudían a su "sagrada casita" en la que podían venerar su milagrosa imagen sobre su tilma o manto. Su buen y erudito amigo, Antonio Valeriano, no se cansaba de volver a escuchar de San Juan Diego el relato de las visitas de Nuestra Señora al cerro del Tepeyac desde el 9 hasta el 12 de diciembre de 1531. Así se convirtió en un mensajero privilegiado de la Virgen, al emplear sus dotes literarias para transmitir su mensaje del Divino Amor Encarnado tal y como Ella se lo comunicó a San Juan Diego.
En el Nican Mopohua, lo que salta inmediatamente a la vista es la intimidad de la relación de San Juan Diego con la Madre de Dios y, a través de ella, con el Señor. La Virgen le habla en los términos más entrañables, en el lenguaje que una madre suele usar con su hijo, y él responde, siempre con el mayor respeto, de manera igualmente afectuosa. Está claro que su relación con Dios, a través de la Virgen Madre, es el centro de su vida. De hecho, cuando la Madre de Dios lo llamó para que fuera su mensajero de confianza ante el Obispo y su heraldo de confianza para los peregrinos, dejó de lado todas las demás preocupaciones, hasta haber cumplido primero lo que ella le pedía. Las palabras que le dirigió, con su sencilla y hermosa elocuencia, nos inspiran:
"Señora mía, Reina, Muchachita mía, que no angustie yo con pena tu rostro, tu corazón; con todo gusto iré a poner por obra tu aliento, tu palabra; de ninguna manera lo dejaré de hacer, ni estimo por molesto el camino. Iré a poner en obra tu voluntad, (Nican Mopohua, nn. 63-64).
Mientras perseveramos en llevar a cabo la intención de Nuestra Señora durante esta Novena y Consagración de Nueve Meses, oremos para que Dios, por intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, aleje de nosotros, de la Iglesia y del mundo toda influencia del Maligno. Satanás se atreve a sembrar sus mentiras, semillas de confusión y de destrucción, especialmente en el seno de la Iglesia.
Oremos, por intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, para que Cristo, que es el único Rey del Cielo y de la Tierra, reine en nuestros corazones, reine en todo el mundo. Que nuestros hogares sean, ante todo, un lugar en el que la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, Cristo Rey, simbolice su reinado sobre los corazones de todos e inspire una vida siempre más fiel a su gracia que actúa en nosotros para la salvación del mundo. Que nuestros hogares sean un lugar en el que la imagen del Inmaculado Corazón de María, la imagen de la Virgen de Guadalupe, atraiga a cada miembro de la casa hacia el Sagrado Corazón de Jesús, el Corazón divino lleno de verdad y de amor.