Introducción
Grandes son las dificultades que estamos llamados a afrontar en la Iglesia y en el mundo. Cuando tales dificultades nos parecen abrumadoras, incluso la oración nos puede parecer una dificultad más, pero ésa es una trampa de Satanás. La verdad es que la oración, que es unión de nuestros corazones con el Corazón glorioso y traspasado de Jesús, es bálsamo de curación y fuerza para soportar todas nuestras cargas. La gran prueba de nuestra entrega total a la misión que hemos asumido es perseverar seis meses más rezando por la conversión del mundo.
La gran prueba de la entrega total de San Juan Diego a la Virgen llegó con la grave enfermedad de su tío, Juan Bernardino. Fue después de la segunda aparición, el 10 de diciembre, en la que la Virgen le pidió que volviera al día siguiente, 11 de diciembre, para recibir de Ella la prueba de la verdad de las apariciones que le habàia solicitado el obispo Juan de Zumárraga.
Encontró a su tío mortalmente enfermo. Permaneció, pues, con él en su casa durante todo el día 11 de diciembre. A primera hora de la mañana del 12 de diciembre, iba a pedir al sacerdote que viniera a preparar a su tío para la muerte. Con el fin de que no hubiera ningún retraso en la obtención de ayuda espiritual para la situación crítica en que se encontraba su tío moribundo, trató de evitar un encuentro con Nuestra Señora. Ella, sin embargo, le vio y se le acercó, preguntándole por sus planes.
San Juan Diego explicó la grave situación de su tío a la que estaba atendiendo, pero, al mismo tiempo, aseguró a la Virgen que, no apenas estuvieran satisfechas las necesidades espirituales de su tío, volvería para completar la misión que Ella le había encomendado.
En respuesta, la Virgen le aseguró que su tío ya estaba bien. De hecho, en ese preciso momento, igual que se apareció a san Juan Diego, se apareció también a Juan Bernardino y lo curó de su enfermedad. Las palabras de consuelo de la Virgen a Juan Diego son palabras que deberían consolarnos también a nosotros cada vez que experimentamos la tentación de dudar de la importancia y de la inmediatez de llevar a cabo todo lo que la Virgen desea y nos ha pedido.
Escucha, ponlo en tu corazón hijo mío el menor, que no es nada lo que te espanta, lo que te aflige, que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad, ni ninguna otra cosa punzante, aflictiva. ¿No estoy aquí, yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? (Nican Mopohua, números 118-119)
Recibida esta seguridad de Nuestra Señora, San Juan Diego cumplió inmediatamente su misión volviendo de nuevo al Obispo, explicándole el deseo de la siempre Virgen María de que se construyese una casita sagrada y llevando al Obispo la señal de la verdad del mensaje de Nuestra Señora para él.
También nosotros recibimos la certidumbre de la Virgen en esas mismas palabras alentadoras: lo que te aflige no es nada; no dejes que te turbe; no temas; Ella está aquí; Ella es tu Madre; Ella te protege; Ella es la fuente de tu alegría; Ella te tiene en sus brazos.