Séptima reflexión |  12 de junio

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Introducción

Grandes son las dificultades que estamos llamados a afrontar en la Iglesia y en el mundo. Cuando tales dificultades nos parecen abrumadoras, incluso la oración nos puede parecer una dificultad más, pero ésa es una trampa de Satanás. La verdad es que la oración, que es unión de nuestros corazones con el Corazón glorioso y traspasado de Jesús, es bálsamo de curación y fuerza para soportar todas nuestras cargas. La gran prueba de nuestra entrega total a la misión que hemos asumido es perseverar seis meses más rezando por la conversión del mundo.

La gran prueba de la entrega total de San Juan Diego a la Virgen llegó con la grave enfermedad de su tío, Juan Bernardino. Fue después de la segunda aparición, el 10 de diciembre, en la que la Virgen le pidió que volviera al día siguiente, 11 de diciembre, para recibir de Ella la prueba de la verdad de las apariciones que le habàia solicitado el obispo Juan de Zumárraga. 

Encontró a su tío mortalmente enfermo. Permaneció, pues, con él en su casa durante todo el día 11 de diciembre. A primera hora de la mañana del 12 de diciembre, iba a pedir al sacerdote que viniera a preparar a su tío para la muerte. Con el fin de que no hubiera ningún retraso en la obtención de ayuda espiritual para la situación crítica en que se encontraba su tío moribundo, trató de evitar un encuentro con Nuestra Señora. Ella, sin embargo, le vio y se le acercó, preguntándole por sus planes. 

San Juan Diego explicó la grave situación de su tío a la que estaba atendiendo, pero, al mismo tiempo, aseguró a la Virgen que, no apenas estuvieran satisfechas las necesidades espirituales de su tío, volvería para completar la misión que Ella le había encomendado. 

En respuesta, la Virgen le aseguró que su tío ya estaba bien. De hecho, en ese preciso momento, igual que se apareció a san Juan Diego, se apareció también a Juan Bernardino y lo curó de su enfermedad. Las palabras de consuelo de la Virgen a Juan Diego son palabras que deberían consolarnos también a nosotros cada vez que experimentamos la tentación de dudar de la importancia y de la inmediatez de llevar a cabo todo lo que la Virgen desea y nos ha pedido.

Escucha, ponlo en tu corazón hijo mío el menor, que no es nada lo que te espanta, lo que te aflige, que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad, ni ninguna otra cosa punzante, aflictiva. ¿No estoy aquí, yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? (Nican Mopohua, números 118-119)

Recibida esta seguridad de Nuestra Señora, San Juan Diego cumplió inmediatamente su misión volviendo de nuevo al Obispo, explicándole el deseo de la siempre Virgen María de que se construyese una casita sagrada y llevando al Obispo la señal de la verdad del mensaje de Nuestra Señora para él. 

También nosotros recibimos la certidumbre de la Virgen en esas mismas palabras alentadoras: lo que te aflige no es nada; no dejes que te turbe; no temas; Ella está aquí; Ella es tu Madre; Ella te protege; Ella es la fuente de tu alegría; Ella te tiene en sus brazos. 

Séptima reflexión

Oremos.

En los primeros días de la novena, lleven los acontecimientos de la primera aparición en sus corazones mientras rezan lo siguiente cada día:

Oh Virgen Madre de Dios, acudimos a tu protección e imploramos tu intercesión contra las tinieblas y el pecado que envuelven cada vez más al mundo y amenazan a la Iglesia. Tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, te dio como Madre nuestra al morir en la Cruz por nuestra salvación. Así también, en 1531, cuando las tinieblas y el pecado nos asediaban, Él te envió, como Nuestra Señora de Guadalupe, al Tepeyac, para conducirnos a Aquel que es nuestra única luz y nuestra salvación.

Por tus apariciones en el Tepeyac y tu presencia permanente con nosotros en la tilma milagrosa de tu mensajero, San Juan Diego, millones de almas se convirtieron a la fe en tu Divino Hijo. Por medio de esta novena y de nuestra consagración a ti, imploramos humildemente tu intercesión para nuestra cotidiana conversión de vida a Él y la conversión de millones más que aún no creen en Él. En nuestros hogares y en nuestra nación, condúcenos hacia Aquel que es el único que obtiene la victoria sobre el pecado y las tinieblas en nosotros y en el mundo.

Une nuestros corazones a tu Corazón Inmaculado para que encuentren su verdadero y duradero hogar en el Sacratísimo Corazón de Jesús. Guíanos siempre a lo largo de la peregrinación de esta vida hacia nuestro hogar eterno con Él. Que nuestros corazones, uno con el tuyo, confíen siempre en la promesa de salvación de Dios, en su misericordia inagotable, para todos los que se vuelven a Él con un corazón humilde y contrito. Por medio de esta novena y de nuestra consagración a ti, oh Virgen de Guadalupe, conduce a todas las almas de América y del mundo a tu Divino Hijo, en cuyo nombre te lo pedimos. Amén.

Cardenal Raymond Leo Burke

AUDIO | El Cardenal Burke recitando la oración de la Novena en latín

Otras lecturas

Los que deseen aprender más sobre las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe pueden encontrar el texto del Nican Mopohua en el siguiente enlace.

Nican Mopohua

Aquellos interesados en aprender aún más pueden disfrutar de una presentación que Su Eminencia realizó recientemente, que examina el inmenso mérito literario y espiritual del Nican Mopohua. Está disponible en el siguiente enlace.

PRESENTACIÓN DEL CARDENAL

Descarga la Oración