Introducción
Hoy, comenzamos con nuestra Novena de Nueve Meses a Nuestra Señora de Guadalupe.
Nuestra Señora de Guadalupe se apareció por primera vez a San Juan Diego poco antes del amanecer del sábado 9 de diciembre de 1531. Aunque el hogar de Juan Diego era en Cuauhtitlán, su hogar espiritual fue Tlatelolco, el lugar de su bautismo y de su continua instrucción en la fe católica. Nuestra Señora favoreció a Juan Diego con su aparición y eligió a él como mensajero, un humilde cristiano que buscaba profundizar su conocimiento de la fe a través de la instrucción del sacerdote a quien identificaba como imagen de Cristo vivo para nosotros en la Iglesia.
Cuando Nuestra Señora comenzó a hablar con él, inmediatamente le declaró la verdad de su ser, de su relación con Dios como Madre de Dios Hijo Encarnado, y de su relación con Juan Diego, como con todos los cristianos. Ella declaró:
Sábelo, ten por cierto hijo mío, el más pequeño, que yo soy la Perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive, el creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño del cielo, el dueño de la tierra. (Nican Mopohua, n.º 26).
Lo primordial para Nuestra Señora en su relación con Juan Diego y en su colaboración como su mensajero es la verdad de que Ella es la Virgen Madre de Dios, el Hijo Encarnado, Quien es el Rey del Cielo y de la Tierra y Quien es la única salvación.
La primera lección que nos enseña Nuestra Señora de Guadalupe para prepararnos para la grave crisis de hoy es la unidad inseparable de la verdad y el amor. No podemos amar verdaderamente a otra persona y al mismo tiempo ignorar o traicionar la verdad que debe informar toda relación. El enfoque fundamental ante la crisis de la familia, de la sociedad y de la Iglesia es el conocimiento de la verdad y su práctica con amor.